Por Inaciu Iglesias, en El Comercio
Como asturianos, tenemos abundantes razones para ser escépticos. Acumulamos demasiadas experiencias de mal uso de otros fondos, por ejemplo los mineros, y de peor gestión de muchísimos macroproyectos de esos que nunca se terminan de rematar
De esta crisis vamos a salir con rigor. Y no hablo ahora de la disciplina a la hora de vacunarnos y demás. Que también. Me refiero al rigor en la cuestión económica; al manejo de los dineros: a la gestión de los nuevos fondos que nos llegan de Europa. De esta crisis vamos a salir endeudándonos. Los estados, las empresas y las familias vamos a superar esta pandemia debiendo mucho dinero. Y, como siempre pasó en la historia del crédito, el requisito número uno para poder endeudarse no es otro que convencer (nos) a todos de que lo vamos a devolver; de que podemos pagarlo: de que tenemos garantías de reembolsarlo porque lo vamos a invertir en cosas rentables. Esa es la clave. Al final es siempre una cuestión de relato.
Tenemos por delante una gran oportunidad. Europa -que somos nosotros- dice disponer de mucho dinero y eso marca una enorme diferencia respecto a las crisis anteriores. A diferencia de antes, en esta ocasión se activa la máquina del dinero, se apuesta por el endeudamiento (y no por la austeridad) y se entiende como nueva normalidad que las administraciones -mucho más que las familias y las empresas- se pueden endeudar más. Mucho más del doble de lo que ya lo estaban. Y todo esto se hace por una sencilla razón; por una nada más: porque podemos. Porque creemos que otros actores -familias, empresas y, sobre todo, administraciones extranjeras- van a comprar nuestros preciosos billetes. Somos europeos. Parecemos de fiar. Y ese es nuestro principal relato: la reputación, el rigor y la promesa de cumplir nuestras futuras obligaciones es lo único que nos hace fuertes; como administraciones, como familias y como empresas.
Y lo siento pero, en esto del rigor y las promesas y las expectativas -como asturianos- tenemos abundantes razones para ser escépticos. Acumulamos demasiadas experiencias de mal uso de otros fondos -por ejemplo, los mineros- y de peor gestión de muchísimos macroproyectos de esos que nunca se terminan de rematar: que si la regasificadora, que si la variante (de Payares), que si la autopista (del mar), que si el metrotren (de la tierra) , que si el Venturo (XXI)… Por todo eso no podemos seguir cometiendo los mismos errores de siempre, resignarnos al papel de espectadores asustados y olvidarnos de lo realmente esencial. ¿Y qué es lo esencial aquí? Pues básicamente tres cosas: hacer lo correcto, construir de abajo arriba y asumir nuestras propias responsabilidades. Y, para explicarlo mejor, les pongo dos ejemplos, dos propuestas.
Uno, podríamos generalizar la figura de agregadores independientes agrupando empresas -por ejemplo por polígonos- para invertir conjuntamente en instalaciones energéticas y convertirnos en generadores y consumidores de nuestra propia energía; eléctrica y térmica. Así acercaríamos oferta y demanda, abarataríamos precios y produciríamos según necesidades reales. O podemos seguir quejándonos de lo cara que está la luz y discutiendo si es mejor una regasificadora que no funciona o un hidrógeno que no conocemos.
Y dos, deberíamos reclamar -de una vez por todas- nuestras competencias en cercanías. Es una vergüenza que, viendo cómo otros dejan morir nuestras infraestructuras ferroviarias, no nos atrevamos nosotros a gestionarlas desde aquí. ¿De verdad que no lo podemos hacer mejor que los irresponsables actuales? ¿Es así es como queremos presionar para seguir construyendo nuevas infraestructuras? ¿A qué estamos esperando? Si nosotros mismos no nos tomamos en serio nadie más lo va a hacer.
Como asturianos tenemos por delante muchas oportunidades. Dejemos de echar las culpas a los de arriba, a los de fuera y a los de siempre, y asumamos nosotros mismos nuestras propias responsabilidades. Ya estamos tardando.