Por Francisco García en La Nueva España
Son bien distintas las razones –y algunas tan lejanas como lacerantes– que enervan el ánimo de los habitantes del suroccidente asturiano, una de las comarcas más desfavorecidas del territorio regional. Al secular abandono que impone la situación geográfica se suma la escasez de políticas efectivas de promoción de unos concejos a los que la orografía abrupta condenó al monocultivo.
Un argayón que les ha incomunicado y separado aún más del centro de la comunidad, el lugar común de la toma de decisiones, ha elevado varios grados la temperatura de la crispación de las autoridades y vecinos de Salas y Tineo, principales afectados por el monumental desprendimiento de roca y tierra que mantiene sepultado un tramo de la N-634.
Es obligación de las administraciones estatal y autonómica resolver por vía de urgencia tanto la apertura de un pasillo que evite a los usuarios de esa carretera nacional un rodeo de kilómetros como la retirada de la montaña de escombro desprendida de la ladera que mantiene sepultada la calzada “sine die”. Los plazos que se anuncian siguen siendo largos y además hirientes. ¿Sería tolerante idéntica tardanza en actuar en otras zonas de la región? Casazorrina no es Bobes, pero si Amazon puede mover toneladas de tierra en horas, el Ministerio que gestiona la obra pública algo más podrá hacer que echar cuentas y lamentarse. Cada demora, cada alargamiento de plazos en actuaciones que afectan al Suroccidente suponen un añadido para el vaciamiento de unos concejos dejados de la mano de Dios y condenados a un menú de migajas. A nadie extrañe que según un reciente estudio del Banco de España, la mayor parte de los municipios en trance de desaparecer en Asturias estén situados en la franja occidental. Cruel condena que justifica el creciente enfado.