El pasado sábado asistí, dentro del Congreso de FORO, partido del que soy asesor jurídico, a una maravillosa mesa redonda virtual sobre la fuga del talento asturiano al exterior, moderada por el exrector de la Universidad de Oviedo D. Santiago García Granda.
Allí, cinco jóvenes asturianos expatriados nos contaron su vida, sus estudios, porqué están fuera de Asturias y qué debemos hacer para retener el talento.
No voy a contarles lo que ustedes ya saben que padecemos. El aislamiento histórico, la pérdida de población, la ausencia de tejido empresarial, la dificultad de las comunicaciones por carretera, ferrocarril o avión. Todo eso ya lo sabemos y lo asumimos, porque parece que en esta tierra, como su clima, tenemos el gris con nosotros.
Pero quiero contarles que allí escuchamos a Andrea Martínez, una avilesina que trabaja en Irlanda y nos explicó que estar lejos de la ‘city’ o el clima lluvioso no son excusas para poder atraer talento y empresas (que se lo digan a Google, Facebook, Instagram); a Covadonga Sánchez, que se fue a Madrid porque supo que aquí sería imposible encontrar hueco en el difícil mundo financiero, y allí sigue 20 años después; a Pablo Luis Álvarez, investigador predoctoral en el Royal College of Art en Londres, que nos explicó que en otros lugares han entendido que el arte es un modo de atraer capital y talento, y que aún aquí estamos a años luz de comprenderlo; a Baudilio Alonso, de la empresa asturiana Sunthalpy (la de la casa del Naranco que lleva dos años desconectada de la red eléctrica y de la que ya les he hablado en alguna ocasión aquí) que, tras haber pasado ocho años en Turquía, regresó a casa para explicarnos que, por ejemplo, en la pandemia, podría haber teletrabajado en una pequeña casa que tiene en Teverga, pero no llega el 5G, ni el 4G ni el 0G, ni nada que permita trabajar dignamente; y a Xurde Menéndez Caravia, que trabaja en la Universidad de Dallas, en Texas, discípulo de Carlos López Otín, que nos contó cómo era uno de los cuatro ‘nenos’ que estudió en su curso en el colegio rural de Quintes y que lo necesitaban para que no cerrara la escuela y cómo sigue estando orgulloso de llevar la bandera y la lengua de Asturias allá donde el mundo le conduzca.
Son cinco ejemplos de la incapacidad de esta región para retener el talento. Para darles una beca como la que tienen en otros lugares para poder estudiar y trabajar. Para garantizarles un mínimo sueldo digno (que llegue en septiembre u octubre, no en febrero, como Xurde nos contó que ocurría con las becas de doctorado) para darles esperanza de que, al lado de su casa, también hay un futuro.
Pero todos ellos nos dejaron dos cosas: el orgullo de ser asturianos y contarlo allá donde están. Y la idea de que, a la menor oportunidad que tengan, esta es su casa, y aquí quieren volver, porque se sienten obligados a hacer su tierra mejor.
Deberían reproducir su charla en la Junta General del Principado, y en el Congreso de los Diputados.