Por Inaciu Iglesias, en El Comercio
La mayoría de partidos y sindicatos y patronales y tertulianos que nos representan no son asturianos. Y ni deciden, ni emprenden, ni se arriesgan. Esa sumisión, esa dependencia y ese seguidismo sistemáticos nos están haciendo mucho daño
En vez de asumir nuestra responsabilidad, seguimos empeñados en culpar a los demás
Permitimos que esa desidia antiemprendedora se contagie también a nuestra política
Ati te digo. A ti, que siempre despreciaste lo de la política, las ideologías y todo eso del nacionalismo; que incluso te reíste del bable, o los bables; y nunca escogiste ‘llingua’ como asignatura, porque eso era de paletos y preferías dar francés, o pretecnología, o biología, o yo qué sé. A ti, que con tanta formación tuviste que buscar trabajo fuera y viste mundo, y empezaste a pensar que nuestro problema como país es que no nos queríamos y por eso nadie nos hace caso y vamos a acabar siendo más pobres que nuestros padres. A ti me dirijo porque, al final, nos preocupa lo mismo: la pobreza; la tuya y la de todos. A ti te hablo, que lo único que quieres es no tener que ver a los tuyos marchar de esta tierra, que es muy guapa y muy verde y muy pintoresca y muy lo que digan, pero de los sentimientos no se vive, y aquí no hay trabajo, ni futuro, ni nada de nada, y todo eso tiene que cambiar.
Y si nadie está a favor de la pobreza, y todo el mundo, todas las ideologías y todos los líderes quieren lo mejor para nosotros y nos prometen soluciones infalibles, entonces… ¿Por qué no lo arreglamos de una vez? ¿Por qué los asturianos no acertamos a salir de esta decadencia? ¿Quién nos pone la pierna encima para que no levantemos cabeza?
Pues déjame decirte que, en mi opinión, existen tres razones para explicar todo esto. La primera es que no sabemos cómo: que no encontramos la fórmula mágica y, por eso, mucho de lo que nos pasa es, simplemente, un problema de elección, o de elecciones. La segunda, que nada se consigue sin esfuerzo y competimos contra terceros que lo están haciendo mejor que nosotros y, nosotros les dejamos, nos dejamos. Y la tercera que, partiendo de la base de que ninguna persona, partido, sindicato, patronal o tertuliano se opone a nuestra riqueza, progreso y bienestar, y que todos dicen –muy alto y muy claro– defender Asturies y a los asturianos, nuestro verdadero problema es que, en la práctica, ni unos ni otros le terminan de poner el cascabel al gato porque eso nos corresponde a nosotros. Y nosotros, mientras tanto, en vez de asumir nuestra propia responsabilidad, seguimos empeñados en echarle nuestras culpas a los demás.
La mayoría de los partidos y sindicatos y patronales y tertulianos que nos representan no son asturianos. Y ni deciden, ni emprenden, ni se arriesgan. Y después de cuarenta años de Estatuto y gobiernos autonómicos y diagnósticos complacientes, esa sumisión, esa dependencia y ese seguidismo sistemáticos nos están haciendo mucho, mucho daño: nos está infantilizando y acobardando. Y nos lleva a asumir un papel segundón, pidiendo a los poderosos que nos ayuden, viendo cómo no lo hacen y convirtiéndonos en la reserva espiritual de no sé qué esencias ideológicas. Sin atrevernos a coger las riendas, dejándonos llevar y permitiendo que esa desidia anti-emprendedora se contagie también a nuestra política. Que decidan otros, parecemos decir, que arreglen lo nuestro, que consigan inversiones, que generen empleo, y que nos saquen de esta pobreza.
Y no funciona así. Y hasta que no entendamos que somos nosotros los que tenemos que arreglar todo eso, no lo conseguiremos. Y claro que somos capaces: somos serios, somos trabajadores y, sobre todo, somos nosotros mismos. Y sabemos gestionar. Y ahora ya solo nos falta emprender. Y por eso me dirijo a ti. A tí: para que olvides tus miedos, tus prejuicios y tus complejos y te centres de una vez. En Asturies, digo.