Guárdense, por favor, de los políticos que dicen asumir no sé qué esfuerzo presupuestario: vigilen sus carteras, porque, al final, ese esfuerzo lo van a pagar ustedes; y no bajen nunca esta guardia porque no hay nada más fácil de malgastar que el dinero…de los otros
No me gusta que me tomen el pelo. Nada. O, como dice con mucha gracia un conocido mío: «Mira, fulano, tengo ya una edad, que vas a ir a vacilar a tu pííí madre». En fin. Lo que les quiero decir es que cada vez entiendo peor los discursos vacíos. Todo eso del queda bien, de ni una mala palabra, ni una buena acción, no funciona. En absoluto. Porque lo que marca la diferencia es lo que hacemos: lo que cada uno de nosotros está dispuesto a hacer; los sacrificios y compromisos que realmente asumimos. Y no las grandilocuencias que decimos o pedimos a los demás.
Guárdense, por favor, de los políticos que dicen asumir no sé qué esfuerzo presupuestario: vigilen sus carteras porque, al final, ese esfuerzo lo van a pagar ustedes; y no bajen nunca esta guardia porque no hay nada más fácil de malgastar que el dinero… de los otros.
La transición energética y la descarbonización y la economía verde y la sostenibilidad implican esfuerzos
La transición energética y la descarbonización y la economía verde y la sostenibilidad y el cuidado del medioambiente implican esfuerzos, apuestas y riesgos. Las tres cosas. Y la clave de bóveda descansa en saber si nuestros gobernantes están realmente dispuestos a asumir esas tres cosas –riesgos, apuestas y esfuerzos– o van a conformarse con seguir pidiéndonos a nosotros, los gobernados, que lo hagamos por ellos. Para averiguarlo, si les parece, usemos la prueba del dinero, que, como la del algodón, nunca falla. ¿Van a arriesgarse nuestros administradores a recaudar menos? ¿Van a apostar por nosotros, el pueblo soberano, para que gastemos, invirtamos o multipliquemos los euros? ¿O van a seguir repitiéndonos que lo solidario, sostenible y progresista es que nos esforcemos en darles nuestros ahorros para que ellos se los regalen a los que les hacen la vida más fácil?
Las respuestas son evidentes. Demasiado. Los mismos gobernantes que nos venden las bondades del nuevo orden mundial, de la agenda 2030 o del postmodernismo uno, grande y libre, nunca se las aplican a ellos mismos: no acaban de predicar con el ejemplo; y por el contrario les siguen haciendo favores a los de siempre. Con lo de siempre. Con nuestro dinero. Con los impuestos de la clase trabajadora (que para eso viene muy bien la inflación) nuestros administradores solidarios nos siguen descarbonizando para subvencionar el carbón que ahora importamos de no sabemos dónde; priman la gasolina de los surtidores con los que alimentamos nuestros coches de obligatoria pegatina; pagan la energía nuclear (ese gran tabú) que les compramos a nuestros vecinos del norte; mejoran, y mucho, las cuentas de resultados de las eléctricas, no vaya a ser que, pobres, no lleguen a fin de mes; y favorecen los vehículos de alquiler de los turistas que nos visitarán por millones en esta barataria isla energética.
Pero, eso sí, nada de contestar sin fundamento a nuestros grupos de guasap (léase whatsapp) que para algo somos todas y todos y todes muy respetuosos con lo de la huella de carbono.
No deberíamos seguir así: despreciando lo importante por culpa de lo urgente
Y no. No deberíamos seguir así: despreciando lo importante por culpa de lo urgente; ignorando lo sustancial por culpa de lo inminente; o, vamos, dejándonos tomar el pelo de esta manera. No. Como pequeño y verde país tenemos ya una edad en que no deberíamos dejarnos vacilar así. ¿Y por qué? Pues porque todo está relacionado, y porque crear empleo, tener buenos servicios y conseguir que nuestros hijos no emigren no es ningún milagro: se trata de administrar mejor nuestros dineros, nuestros impuestos y nuestros votos.
Y es que todo depende de todo, todo es importante y todo está relacionado. Y si realmente queremos mejorar, deberíamos empezar por ahí.