Por Isidro Martínez Oblanca en «El Comercio»
Estos días finales de agosto, los medios informativos han encontrado en la alcaldesa socialista de Gijón un filón para sus portadas a cuenta de su repentino, improvisado e inaceptable anuncio de poner fin a la feria taurina de la ciudad. El insólito pretexto de la denominación de varios de los últimos toros lidiados en El Bibio, esgrimido por la señora González como argumento definitivo para -‘manu militari’- dar la puntilla a una tradición centenaria, fue tan grotesco como la invocación personal a una de sus tías, de nombre Gervasia, para recriminar los usos y costumbres ganaderas en el registro de las reses bravas.
Su funesta decisión es totalmente antidemocrática porque desdeña las leyes que en España dan plena protección a la tauromaquia y, con ellas, a una actividad que, entre otros muchos aspectos, proporciona en el medio rural un volumen nada despreciable de puestos de trabajo y también genera, culminado el cuidadoso y metódico ciclo de crianza de los animales, una singular repercusión local, contante y sonante, en torno a las corridas. Algo saben los hosteleros del asunto y, sobre todo, el Ayuntamiento, principal beneficiario de la concesión de la plaza.
Lo sucedido con el remate de la Semana Grande no resulta una ‘gracieta’ de la alcaldesa ni tampoco ‘cosa menor’, por utilizar su particular vocabulario. Se trata de una muestra más de la paupérrima gestión municipal iniciada hace dos años porque la ciudad, decimoquinta de España, languidece a cuenta de las faenas políticas de la sobrina de Gervasia y de su cuadrilla. La pérdida de la Feria de Begoña que, por cierto, otros antecesores socialistas mantuvieron en épocas de crisis, -incluso, a diferencia de las últimas décadas, con importantes subvenciones públicas-, es otra secuela del acreditado sectarismo que jalona un mandato en el que Gijón prosigue en el olvido inversor y ha visto como se eternizan proyectos imprescindibles para revitalizar su economía (plan de vías, enlaces viarios de El Musel, regasificadora, etc.), mientras el gobierno local se aplica a la imposición de paños calientes justificando los efectos perversos de la política de Sánchez y de Barbón en una región de la que los jóvenes emigran a oleadas por falta de oportunidades y de trabajo.
Los españoles vivimos una época de confusión política y de ella se están aprovechando quienes aspiran a su destrozo que son, por otra parte, quienes marcan hoy el paso del Gobierno y le imponen una agenda ideológica contraria a los valores nacionales. En Cataluña, hace diez años, los independentistas prohibieron ilegalmente los toros y ahora en Gijón su alcaldesa les ha imitado de mala manera. La futura celebración de la feria taurina gijonesa será el mejor símbolo de que las cosas van a cambiar para mejor y que la democracia ganará en España. La recuperaremos.