Por Inaciu Iglesias en «El Comercio»
No se os puede dejar solos. Este lema patriarcal –o matriarcal- inspira a las dictaduras del mundo. Todos los sistemas totalitarios coinciden en una misma premisa: hasta aquí llegamos y toca poner orden porque no se os puede dejar solos. Y sí. Sí se puede: se puede y se debe dejar sola a la gente; tratarlos como adultos, dejar que opinen, decidan y ejerzan su libertad.
Claro que, para poder hacer eso, hay que saber debatir. Sin miedos, tópicos ni trincheras. Aunque, en muchas ocasiones, cueste hacerlo. A mí, por ejemplo, me está costando mucho tomar partido en esta polémica de los toros en Xixón. Porque no es lo mío. Porque no entiendo nada de toros. Y porque solo fui a la plaza del Bibio un par de veces en toda mi vida: en parte porque me llevó un amigo del que solo puedo decir cosas buenas y, en parte, porque me gusta ver y experimentar las cosas por mí mismo. Y la verdad es que no lo pasé nada mal. Pero, definitivamente, no es mi mundo. No es mi universo. Y no es mi país.
Empecemos entonces por ahí y llamemos a las cosas por su nombre. No hay toros asturianos. Punto. Ni toreros, ni novilleros, ni rejoneadores, ni picadores, ni encierros, ni corredores, ni recortadores, ni correbous, ni vaquillas, ni nada, de nada, de nada de todo ese mundo tan apasionante como exótico y forastero. Y si, para algunos, esa es su fiesta nacional, lo siento pero no es la mía. Toros, flamenco, sangría, paella, sol, charanga y pandereta, no: esa no es mi nación. Y no se equivoquen: esta no es una cuestión ideológica, de derechas o izquierdas, mayorías o minorías, o centro y periferia. De hecho yo no me considero animalista, prohibicionista, ni abolicionista; y, en definitiva, creo que esto no es un problema de que, personalmente, nos guste más o menos la tauromaquia. En esto, como en muchas otras cosas, yo soy Xovellanista y, hablando en plata, no los prohibiría. Nunca. Esa es mi postura al respecto. ¿Y saben por qué? Porque, además de demócrata, soy liberal. Y mucho.
No me gusta nada que se impidan las cosas. Ni que se impongan. Y disfruto mucho con los debates claros. Por eso, si alguien quiere prohibir los toros, pues que lo diga. Sin miedo. Sin trampas. A puerta gayola, si lo prefieren. Y si de lo que se trata es de convencer, pues abramos entre todos un buen debate. Plural, sosegado y ordenado. Justo lo que no está pasando. Y es que, después de prorrogar una licencia y callar, descolgarse ahora con la excusa de los dos nombres políticamente incorrectos, hablar de gotas que colman los vasos y enmascarar como suspensión de licencias lo que, de hecho es una prohibición total, no ayuda. ¿De verdad si los nombres de los astados fueran más plurales se podrían seguir torturando? ¿Deberíamos entonces suprimir también la semana negra por racista? ¿O valdría con cambiarle el nombre a las cosas para que fueran tolerables?
Por supuesto, todo esto es mucho más relevante que un simple trámite burocrático. Y merecía haberse hecho mucho mejor; no por la puerta de atrás. Y traerá consecuencias. Y, precisamente porque estoy de acuerdo con nuestro Presidente en que nadie debería decirnos a los asturianos lo que tenemos que hacer, decir o decidir, creo que tenemos un problema; porque, con estas decisiones tan mal debatidas, estamos abriendo paso a enfrentamientos y tomas de posturas demasiado simples frente a problemas complejos, a eslóganes frente a argumentos, y a tópicos en vez de a razonamientos.
Eso creo: que este paternalismo administrativo –que realmente deberíamos llamar maternalismo- no nos ayuda en nada; ni a crecer, ni a convivir, ni a mejorar como sociedad. Y bastantes retos y problemas tenemos ya como para andar importando polémicas ajenas que nos pueden dividir y nos podríamos haber ahorrado.