Gobernar sin sectarismo ni arrogancia, escuchando a los demás
Leía hace poco una columna del periodista Pedro García Cuartango en la que ahondaba en la definición de una persona moderada. «Vivimos en una sociedad compleja, llena de matices (…). Ni tengo el monopolio de la razón, ni creo que los que no piensan como yo son imbéciles, ni me atrevo a dar lecciones», escribía.
Me siento profundamente identificada con estas afirmaciones. No sé si estar en el centro ha perdido significado o si, quizás, solo ha pasado de moda. Lo que sí sé es que una ciudad como Gijón no se puede gobernar desde el sectarismo o la arrogancia; ni tampoco desde la asunción de estar siempre en posesión de la razón. Lo sé porque fui ocho años alcaldesa y entendí así mi responsabilidad.
Percibo en la ciudad un desánimo generalizado, un pesimismo alejado de nuestra forma de ser
Ahora, tras cuatro años observando la ciudad con otra perspectiva, desde mi trabajo diario como cirujana o desde las conversaciones a pie de calle, percibo un desánimo generalizado, un pesimismo que no tiene nada que ver con la forma de ser que siempre nos ha caracterizado a los gijoneses. Por eso, creo que las próximas elecciones representan más que nunca la oportunidad de elegir entre dos modelos. El del PSOE de siempre, que gobierna desde lo autocrático, que traiciona cualquier principio con tal de mantener el poder y que ahora, consciente del enfado de los gijoneses, intenta vender una falsa revolución; o el de FORO, donde trabajamos desde el convencimiento de que para que Gijón avance y vuelva a ser una referencia se necesitan conjugar todas las sensibilidades posibles. Eso sí, con firmeza y responsabilidad institucional y conscientes de los compromisos que adquirimos cada día.
Veo a mucho candidato o, aún peor, a mucho secretario general aseverar ciertas cuestiones como si hubiera gobernado algo alguna vez
Veo en los últimos días a mucho candidato o, lo que es peor, a mucho secretario general, aseverar ciertas cuestiones como si hubiera gobernado algo alguna vez. Yo, que tuve el inmenso honor de hacerlo durante ocho años, entiendo este momento como la oportunidad, quizás la más relevante, de devolver a Gijón a una posición de referencia respecto a otras ciudades sin dejar de escuchar día a día a los vecinos y vecinas de la ciudad. E insisto; estoy convencida de que, para ello, no sirve otra cosa que no sea el consenso; el intento constante por aunar todas las virtudes de cada posición y el trabajo honesto sobre unas ideas que siempre tienen espacio de mejora.
No sé si usted que me lee tendrá pensado votarme el próximo 28 de mayo. Lo que sí sé es que, si la mayoría de la ciudadanía nos vuelve a dar la oportunidad de gobernar, escucharemos con la misma atención sus ideas y las nuestras. Esa es mi principal promesa y la base de las que la siguen.