A nadie le extrañará cuando digo que percibo en Gijón un clima general de enfado. Lo he comentado en varias ocasiones y lo vengo repitiendo cada vez que me preguntan cómo veo la ciudad, consciente de que ese hartazgo que parece habernos inundado no define de ninguna manera la forma de ser de quienes vivimos en Gijón. Los últimos cuatro años de gobierno socialista han empapado la ciudad de una sensación gris, lejos de la ilusión y el optimismo que marcaron otras épocas.
A lo largo de este mandato hemos sido testigos de cómo nuestra ciudad y su privilegiado entorno han ido perdiendo oportunidades de forma prácticamente constante, quedando totalmente relegados en comparación con otras ciudades del norte de España a las que igualamos, o incluso superamos, en tamaño y población y que, sin embargo, sí han sabido leer los tiempos de forma adecuada. Pasear por Santander, Bilbao o A Coruña es preguntarte constantemente por qué Gijón no puede estar ahí, siendo la referencia que tantas veces fue.
Estoy convencida de que todavía estamos a tiempo de subirnos a ese futuro que ahora vemos tan alejado. Por eso, concibo las próximas elecciones como la oportunidad, quizás la más relevante, de que Gijón escoja entre dos modelos: el del PSOE que gobierna desde lo autocrático, que traiciona sus propios principios con tal de mantenerse en el poder y que, ahora, consciente del hartazgo de los gijoneses, intenta vender falsas revoluciones; o el de FORO, donde estamos convencidos de que para devolver Gijón al presente es necesario apostar por el consenso y tratar de conjugar todas las sensibilidades posibles. Eso sí, desde la firmeza institucional y siendo conscientes de los compromisos adquiridos.
Durante ocho años, tuve el inmenso honor de gobernar esta ciudad. Lo hice desde el convencimiento de que, en política, ser capaz de escuchar y buscar las virtudes de todas las opiniones resulta clave para lograr una buena gestión. Por eso, cuando ahora veo a algún que otro candidato o, lo que es peor, algún secretario general, aseverar ciertas cuestiones desde el convencimiento y la arrogancia, me resulta inevitable pensar en lo importante que serán las próximas elecciones.
No sé si buscar el consenso ha perdido significado o si, quizás, solo ha pasado de moda. Tampoco sé si usted que me lee tendrá pensado votarme el próximo 28 de mayo. Lo que sí se es que, si la mayoría de la ciudadanía nos vuelve a dar la oportunidad de gobernar, escucharemos con la misma atención sus ideas y las nuestras. Esa es mi principal promesa y la base indispensable para que Gijón vuelva a los puestos de referencia.
