Por Víctor Guillot, en Mi Gijón
“El 19 de julio quedará en los anales de la frivolidad como el día en que Barbón confesó que nunca se arrepintió de asumir la presidencia, ni en la situación más compleja y difícil desde la Guerra Civil”
Ha dicho Adrián Barbón, presidente del gobierno asturiano, el día en que se cumple su segundo año de mandato, que nunca se arrepintió de asumir la presidencia, ni en la situación más compleja y difícil desde la Guerra Civil. No sé hasta que punto uno podría comparar con tanta rotundidad un hecho tan trágico como esta pandemia y otro hecho tan trágico y épico como la guerra del 36 en España. ¿Fue tan difícil y compleja aquella época como lo está siendo ésta ahora? Cierto sentido de la racionalidad, la mesura y la humildad parecen indicarnos alarmantemente que no o, al menos, nos obliga a creer que tratamos de complejidades y dificultades de distinto orden. Uno piensa que lo lógico habría sido comparar la COVID-19 con otra epidemia como el ébola, un suponer, o haber hecho una comparación con la gripe española del 14 que ya conoces, querido y desocupado lector, como el mejor virólogo porque has leído sobre ella hasta sentado sobre la tapa del retrete. Lo suyo habría sido comparar diferentes desastres naturales, del mismo modo que comparamos desastres políticos entre sí. El golpe del 36 de Franco con la intentona del 81 de Tejero y así en este plan.
Preguntas, preguntas, preguntas. ¿Está asumiendo Adrián Barbón la misma responsabilidad que adoptó Belarmino Tomás cuando tomó posesión de la presidencia del Consejo Soberano de Asturias y León en el 37? ¿Quiere decir Barbón que desde Belarmino Tomás no ha habido un solo presidente en Asturias que haya tomado medidas tan difíciles y complejas? ¿Después de Belarmino, Barbón? ¿Acaso se ha pronunciado algún otro presidente de las 16 comunidades restantes en un sentido parecido? ¿Alguien están necesitando un psicólogo? Yo les puedo recomendar uno.
Sigo haciéndome preguntas. ¿Es comparable una pandemia con una guerra?, ¿hay guerras tan complejas o tan difíciles de gestionar como una epidemia? Habría que preguntar a un historiador especializado en la Guerra Civil española y también a un historiador que conozca bien la estrategia militar y a un sociólogo y, por qué no, a un general para extraer después las conclusiones pertinentes y compararlas con las que alcanzase un virólogo, un epidemiólogo, un especialista en Sanidad Pública o, incluso, un historiador de la Sanidad y después, poder afirmar con ese desparpajo y suficiencia de Barbón que la guerra civil y la Covid, que Belarmino Tomás y Adrián Barbón asumieron responsabilidades de gobierno tan compleja y difícil como no se vivieron en Asturias desde la Guerra Civil.
Sin llegar a tanto, yo diría que una crisis sanitaria y una guerra civil se parecen tanto como un pollo a una gamba y que no admiten comparación alguna, más allá de que en una guerra y en una pandemia, cierto es, suele morir mucha gente. Pero más allá de la guerra civil, acaso no fue compleja y dífícil la lucha clandestina en la posguerra, la organización del exilio, sobrevivir al hambre en la posguerra, resistir a las depuraciones, a los destierros, a los expolios, los desahucios, las huelgas, las cárceles. Podría seguir pero me estoy deprimiendo.
En bastantes ocasiones, Adrián Barbón se deja llevar por la épica y su estilo sufre de una grave flatulencia verbal. Quiere decirse que sus declaraciones se inflan hasta donde el significado de las palabras no pueden dar más de sí. Después, una somera reflexión las hace reventar con la misma facilidad que una aguja explota un globo, dejando a su paso una extraña pestilencia intelectual, por no decir moral, similar a la de los pedos que anticipan una genuina diarrea mental. Pero no voy a hacer comparaciones, porque ya digo, suelen ser odiosas. Durante la guerra civil llegaron a morir en Asturias casi 26.500 personas. Durante esta pandemia, hasta la fecha, la estadística nos habla de la trágica cifra de 1985 fallecidos. Las estadísticas enfrían las palabras. Las estadísticas enfrían el dolor de las catástrofes y rebajan las pretensiones de cualquiera. A lo que se ve, Barbón se ha quedado antiguo, como Belarmino Tomás, que se nos ha quedado en anécdota histórica, y su discurso sigue siendo el mismo que hace un año y medio. El lenguaje bélico y simplón, referido a un virus como si fuera el enemigo, le ha vuelto a jugar una mala pasada.
La emocionalidad con la que el presidente del Principado trata de impregnar sus declaraciones políticas no tienen parangón en la larga historia de los presidentes asturianos que llegaron a ocupar el piso de la calle Fruela. Quizá esto sí sea lo más difícil y complejo que hasta la fecha ha tenido que soportar este gobierno. Para celebrar su aniversario, no hacía falta hacer comparaciones de ningún tipo. Tampoco le encuentro mucho sentido celebrar un segundo aniversario con un discurso petulante y grandilocuente. Hubiera bastado simplemente con reconocer que los sanitarios de nuestra comunidad están dejándose la vida en los hospitales y los centros de salud, como tantas otras veces, y que están salvando su propia gestión política, a costa de hacer horas y doblando jornadas. También podría haber indicado que pocas veces un presidente ha tenido ese respaldo político gracias al trabajo de los demás. En pleno repunte de contagios, sigue muy reciente en el recuerdo las palabras del propio Barbón anunciando que ya no sería necesario mantener contratados a los refuerzos sanitarios que han permitido seguir vacunando a todo el personal y que, aun así, son insuficientes a la vista de cómo está nuestra atención primaria. Pero el 19 de julio quedará en los anales de la frivolidad como el día en que Barbón confesó que nunca se arrepintió de asumir la presidencia, ni en la situación más compleja y difícil desde la Guerra Civil. Pobre Belarmino.