Por Inaciu Iglesias, en El Comercio
Ahora que intentamos entender el último acuerdo de la Unión -para saber si es un buen conjunto de ayudas digno de aplauso, o un mal rescate envenenado, o las dos cosas a la vez- nos damos cuenta que necesitamos un mapa: un esquema que nos oriente en esta Europa cambiante. Y no es fácil. Y los tópicos no ayudan. Y los prejuicios tampoco. Y es que, por una parte, se nos presenta a los países frugales como los nuevos malos, despiadados e hipócritas del norte. Y por otra, no olvidamos que son los ahorradores y responsables de siempre: los políticamente correctos Austria, Suecia, Dinamarca y Países Bajos; a los que se unieron Finlandia para empezar y , para seguir, Noruega o Islandia. Que puede que militen en la periferia -física y política- de la Unión, pero que no coinciden con la cantinela solidaria de sus homólogos del sur. Y de todo esto se quejan precisamente los mismos países del sur que, como la mayoría de los frugales, también son socialdemócratas y que ni por esas consiguieron convencer a nadie de que les dieran dinero sin nada a cambio. Lo que es muy normal porque yo mismo -que no soy ningún país- pienso como los del norte que eso de los dineros gratis es mentira y que la verdadera solidaridad es la que se ejerce con los demás, no la que se exija para uno mismo.
Y por todo esto, y muchas cosas más, los propietarios tenemos que aprender a movernos mejor por Europa. Porque esa división norte sur no funciona. Ni progres contra carcas. Por eso necesitamos conocer todas esa geografías mucho mejor: para no perdernos. Porque… ¿saben ustedes, por ejemplo, cuántos grupos hay en el Parlamento Europeo? ¿Saben cuántos de ellos se autodenominan europeístas y cuántos no? ¿Y saben que todo eso está en internet y nadie se molesta en mirarlo? Si lo hicieran, verían que algunos de esos Euro-escépticos, o muy Euro-escépticos, se reivindican a sí mismos como los guardines de las esencias de la verdadera Europa; ya saben: la supremacista, la correcta, la que lava más blanco; o yo qué sé. Y por eso, en rigor, más que Euro-escépticos, deberíamos llamarlos Unio-escépticos: porque de lo que reniegan no es del continente; sino del contenido: del sistema político (la Unión) que nos dimos a nosotros mismos. Y viceversa.
¿Entienden la diferencia? ¿Les ayuda a orientarse un poco mejor? ¿Se animan entonces a seguir con otro ejemplo? Bueno, pues si es así, intenten aplicar este mapa del tiempo al Parlamento Español; a las Cortes: al Congreso y al Senado. ¿Cuántos grupos lo conforman? ¿Cuántos se autodenominan españolistas y cuántos no? ¿O deberíamos mejor decir Constitucionalistas y Constitucio-escépticos? Lo digo porque, ya saben, algunos de los que se consideran guardianes de las esencias españolas; bien porque son muy españoles y mucho españoles o porque no son casta y son gente; también son muy críticos con el sistema. Pero, eso sí, de lo que reniegan no es del continente; sino del contenido: del sistema político (la Constitución) que nos dimos a nosotros mismos. ¿Les suena?
¿Y respecto al Parlamento Asturiano? ¿Saben cuántos grupos hay en nuestra Xunta Xeneral? ¿Y cuántos de ellos se consideran Autonomistas y cuántos Autono-escépticos? Porque aquí también los hay. Se sientan en nuestro hemiciclo y se consideran guardianes de no sé qué esencias, pero no creen en la necesidad de nuestras instituciones, porque de lo que reniegan no es del continente; sino del contenido: del sistema político (el Estatutu) que nos dimos a nosotros mismos. Y están en todos los partidos. Por eso necesitamos un mapa.