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Agrupémonos todos

por netastur

Por Inaciu Iglesias, en El Comercio

Ahora toca tomar decisiones. Y no; no vale el sí a todo: no podemos sumarnos a todas las causas de moda, por muy guais que parezcan. No tenemos ni la energía, ni los medios, ni el entusiasmo necesario. Y, además, algunas son contradictorias entre sí. Les pongo un ejemplo: ¿Queremos estar integrados en la economía global? Sí ¿Queremos tener una democracia real y no ficticia? También ¿Y queremos mantener nuestra soberanía territorial? Por supuesto. Bueno, pues lo siento pero no puede ser. No podemos tener las tres cosas porque las tres son incompatibles entre sí. Y si no me creen, confíen al menos en el reciente ganador del Premio Princesa d’Asturies de Ciencias Sociales -el economista Dani Rodrik- que explica mucho mejor que yo estos “trilemas incompatibles” y cómo, sobre la frustración que generan, se cimentan muchos de los líos de nuestro tiempo.

Líos como esta anormal vuelta a la normalidad, en la que las empresas necesitan tres cosas para volver a funcionar. Una, que se eliminen las restricciones sanitarias para poder levantar -físicamente- las persianas de sus negocios. Dos, disponer de algo de dinero para arrancar, después de tantos meses de inactividad. Y, tres, reinventar sus modelos de negocio porque –con todos los cambios sufridos en los hábitos de consumo y en las economías familiares- puede que ya no sean viables.

Para todo ello -sobre todo para la segunda condición- va a hacer falta invertir. Dinero, digo. Para recapitalizar las compañías descapitalizadas, pero también para reemplazar por otras nuevas –o renovadas- las empresas que ya no son rentables. Y toda inversión necesita –por definición- dos cosas. Una, nuevas oportunidades de negocio; que nunca –insisto- van a salir de los gobiernos, sino de miles de emprendedores anónimos. Y dos, que no haya competencia desleal: que no haya fuga de capitales; que no haya -por parte de los mismos gobiernos- ofertas dopadas que se lleven todo el dinero y nos dejen sin recursos. Esas son las dos cosas que más vamos a necesitar: ideas y dinero. Y Las dos son importantes. Porque si hay ahorro pero no hay negocios viables, los recursos se perderán. Y si hay buenas ideas pero no hay dinero para invertir en ellas, de la ilusión tampoco se vive.

Y ahí es donde los administradores de lo nuestro deben intervenir. Sobre todo priorizando y no molestando. ¿Y cómo? En primer lugar, evitando el despilfarro. Nunca es buena idea; pero, en los momentos actuales, es peor que un crimen: es un error. Y lo que ahora toca es recortar (sí, sí, recortar), por ejemplo, en las empresas públicas improductivas para no tener que hacerlo en las productivas. En segundo lugar, evitando freir a impuestos a los pequeños negocios; que son los que, al final, sostienen al sistema. Y si los Estados, para cuadrar sus irracionales números, siguen empeñados en aumentar sus ingresos sin más, nunca habrá dinero para la economía real, no habrá recursos para los pequeños negocios y lo pagaremos todos. Y, en tercer lugar, evitando que las inversiones especulativas, las subvencionadas o las improductivas -como, por ejemplo, la deuda pública – se lleven todo el ahorro privado. Porque necesitamos –insisto- todo ese dinero para los pequeños; y no solo para los grandes.

Y si me tuviera que quedar con una sola idea, sería esta: mucho cuidado con tanta retórica de defensa de lo público, porque corremos el riesgo de arruinar a los pequeños tenderos en beneficio de los grandes banqueros. Así que, háganme caso y agrupémonos todos en la lucha fiscal; que, al final, o cuidamos de nuestros pequeños comercios, o acabaremos desapareciendo todos.

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