En este Día de Asturias, toca añadir a la larga lista de problemas del Principado un cambio en el modelo de financiación autonómica que va a enterrar definitivamente la igualdad, la solidaridad y la equidad entre españoles y entre territorios.
En estos momentos, es crucial reflexionar acerca de nuestros retos y del papel del Principado en el panorama nacional. La aritmética parlamentaria, unida al empeño de nuestros siete diputados en priorizar a sus jefes en Madrid frente a sus votantes, colocan a Asturias, a pesar de nuestra capacidad histórica para superar las adversidades, en una difícil tesitura.
Durante años, Asturias fue el motor industrial de España, impulsando el desarrollo económico con un esfuerzo y un sacrificio que no han sido siquiera tenidos en cuenta, y que han hecho que España tenga una deuda histórica con Asturias desde hace demasiado tiempo. Los problemas económicos actuales, la despoblación y el envejecimiento a los que nos enfrentamos son resultado de políticas equivocadas, pero también de esa deuda histórica de España con Asturias.
Los asturianos necesitamos un cambio de políticas, enfocándonos en la reindustrialización, la innovación y la mejora de los servicios públicos. Pero el camino para construir una Asturias mejor no pasa por contar con los impuestos más altos de España, sino por un sistema de financiación autonómica justo, por perder el miedo a gestionar y por asumir competencias.
Es necesario reformar el sistema de financiación autonómica, pero esa reforma no puede ir en contra de los intereses de Asturias: los asturianos no queremos ser más que nadie, pero tampoco menos. Contar con un buen sistema de financiación autonómica no es una cuestión de números, sino de dignidad, respeto y justicia.