Fruto del empeño de Pedro Sánchez en conseguir sus objetivos a cualquier precio, la conmemoración de este Día de Asturias coincide con un debate trascendental para el futuro del sistema autonómico: ¿puede pagarse la investidura de Salvador Illa como Presidente de la Generalitat a costa de los servicios públicos de todos los asturianos?
Y es que eso es lo que está detrás del anuncio del Gobierno de Sánchez de dar a Cataluña una financiación singular. Nadie discute que hoy es más necesario que nunca un cambio en el modelo de financiación autonómica: lo que está en cuestión es que ese cambio en el sistema se haga sin tener en cuenta las singularidades de nuestra tierra. Cualquier cambio en el modelo que se haga enterrando los principios de equidad y solidaridad entre españoles y entre territorios condenará al Principado de Asturias a ser una Comunidad Autónoma de segunda.
Por ello, en este Día de Asturias el PSOE nos obliga a añadir un nuevo y preocupante desafío a la ya extensa lista de problemas que enfrenta nuestra tierra, y nos obliga a detenernos para reflexionar sobre los retos que afrontamos y el papel que debe jugar Asturias en el futuro de España. La aritmética parlamentaria, combinada con el empeño de nuestros siete diputados en priorizar a sus jefes en Madrid en lugar de a sus propios votantes asturianos, coloca a nuestra tierra en una posición extremadamente difícil, y nos plantea, a pesar de nuestra histórica capacidad para superar adversidades, ante un desafío sin precedentes.
Durante décadas, Asturias fue el motor industrial de España, impulsando el desarrollo económico del país con un esfuerzo y un sacrificio que, lamentablemente, no han sido adecuadamente reconocidos. La innegable contribución del Principado al progreso nacional ha dado lugar a una deuda histórica que España mantiene con Asturias desde hace demasiado tiempo. Esta deuda se manifiesta no solo en términos económicos, sino también en la necesidad de un reconocimiento justo de nuestro papel en la historia industrial del país.
Hoy en día, los problemas económicos que enfrenta Asturias, como la despoblación y el envejecimiento de la población, son el resultado tanto de políticas erróneas como de esta deuda histórica. La falta de inversión y el abandono sistemático por los sucesivos Gobiernos centrales han agravado la incompetencia de los dirigentes autonómicos, llevándonos a un punto en el que el cambio se vuelve inaplazable. Necesitamos una transformación profunda en nuestras políticas, orientadas hacia la reindustrialización, la innovación y la mejora de los servicios públicos.
Sin embargo, el camino para construir una Asturias más próspera no pasa por mantener los impuestos más altos de España. Más bien, lo que es necesario es que, junto con un sistema de financiación autonómica que sea justo y equitativo, en Asturias nos atrevamos a gestionar y a asumir competencias.
Lo hemos dicho en innumerables ocasiones y no nos cansaremos de defenderlo: los asturianos no buscamos ser más que nadie, pero tampoco vamos a aceptar ser menos que los demás. El Gobierno de España tiene la obligación de saldar esa deuda histórica que mantiene con Asturias, y para ello tiene que empezar culminando las grandes infraestructuras pendientes e impulsando un sistema de financiación autonómica que deje de marginarnos y de discriminarnos. No es únicamente una cuestión de números; es una cuestión de dignidad, respeto y justicia.
Este Día de Asturias es un momento idóneo para la reflexión, pero también para la acción. Los asturianos ya estamos hartos de dirigentes sumisos que se envuelven en la bandera de Asturias en cada cita electoral, pero que olvidan sus compromisos en cuanto sus jefes de Madrid les llaman a capítulo.
Si queremos construir un futuro mejor para nuestra tierra, en el que se reconozca nuestra contribución histórica y no se nos prive de recursos que nos pertenecen, tenemos la obligación de alzar la voz en defensa de Asturias.
Y el 8 de septiembre es un buen día para recordarlo.