Un día para celebrar Asturias. Un día para sentirnos orgullosos de lo que hemos construido y, sobre todo, un día para reivindicar nuestra historia y nuestro potencial.
El día de Asturias sirve la ocasión perfecta para hablar de todas estas cosas y para ganar una reflexión que debe ser la base de nuestro desarrollo y futuro: Asturias no quiere ser más que nadie, pero tampoco está dispuesta a ser menos.
Hablar de la deuda histórica de España con Asturias no es algo nuevo, pero sí resulta necesario insistir sobre ello en tiempos como los actuales. Tiempos de patriotismos difusos y de límites y órdenes difuminados a veces en el interés individual y no en el colectivo. Tiempos en los que reivindicar y defender lo que somos, lo que Asturias es y puede llegar a ser, debiera ser un ejercicio obligatorio.
Que España tiene muchas más deudas históricas de las que se reflejan en las balanzas fiscales y en las hojas de cálculo de los ministerios es un hecho contrastado. Nuestro país se ha construido durante siglos gracias a la suma de muchas cosas, entre otras el esfuerzo infinito de generaciones de asturianos y asturianas que levantaron una industria que llevó a este país a abanderar la prosperidad moderna. Naturalmente no fueron los únicos, y por eso es importante recalcar que se trató, y siempre debería tratarse, de una suma. Nunca se construyó nada restando.
Esa deuda histórica de España con Asturias existe por tanto, y no porque seamos menos o tengamos menos representación parlamentaria va a dejar de existir.
En días como hoy, en el día de Asturias, la premisa es clara: Asturias debe reivindicar lo que merece. Y Gijón va a estar ahí para hacerlo.