Alguna cosa estamos haciendo muy mal cuando, en este pequeño y verde país nuestro, los mejores profesionales tienen que emigrar. Formamos muy buenos ingenieros y médicos y mecánicos y químicos y hosteleros y filólogos y abogados y economistas y demás. Pero… ¿Y empresarios? ¿Dónde están nuestros empleadores? ¿Dónde estamos aprendiendo a los nuestros a ser emprendedores, empleadores o empresarios? ¿En empresariales? ¿Entonces dónde? ¿Por qué los hacemos tan mal?
Para empezar cualquier negocio hacen falta muchos oficios. Y para todos ellos hay formación. Y reglada. Menos para uno: para ser el responsable del negocio; para eso basta la vocación. Piénsenlo. En este modelo de enseñanza nuestro, aprendemos a trabajar por cuenta ajena: titulamos para acabar siendo contratados por las empresas; y, en el mejor de los casos, para decirles a las empresas cómo tienen que hacer cosas. Pero no formamos para hacer empresas. Formamos teóricos y no empresarios. Y así es el país que acabamos consiguiendo: una provincia de acobardados, muy diagnosticada y con muy pocos empleadores.
Para hacer un coche todo el mundo sabe que se necesitan muchos componentes. Y, entre ellos, por decir, un carburador y cinco ruedas. Pues bien; si queremos disponer de cien coches, de nada nos vale contar con quinientas ruedas si nada más tenemos cuarenta carburadores. Con cuarenta carburadores nos da para cuarenta coches; es decir, para doscientas ruedas. ¿Y qué pasa entonces con las otras trescientas ruedas? Pues exactamente lo mismo que nos pasa cada año con los miles de licenciados asturianos que terminan su formación y no encuentran empresas donde trabajar y acaban marchando a otros sitios donde hay más carburadores disponibles –más empleadores- y, por tanto, más necesidad de ruedas -buenos profesionales- para seguir produciendo coches.
Es una cuestión de proporciones: si queremos disponer de más empleo tenemos que formar a más empleadores. Y es tan simple que asusta.