Por José Suárez Arias-Cachero en “La Nueva España”
Vender un cuadro de Goya por la mitad del valor de su propia tasación no es lo más escandaloso del culebrón que protagoniza la Fundación Selgas-Fagalde. Lo realmente grave son las traiciones sucesivas en que incurrieron sus patronos, enmascarados en una opacidad inaceptable y en la desidia de las instituciones que debían velar por el interés publico.
La traición más dolorosa es a los hermanos Selgas cuyo compromiso con Asturias les llevó a construir la Quinta del Pitu, dotarla con la colección artística o pagar de su bolsillo en 1912 la primera restauración del prerrománico en la iglesia de Santuyano. Cuando las nueras de Fortunato Selgas crearon la fundación recogieron este espíritu con claridad : “El ámbito geográfico de las actuaciones de la fundación lo constituye el Principado de Asturias, y serán sus beneficiarios quienes acrediten ser naturales o residentes del mismo”. Los patronos borraron este párrafo de los estatutos traicionando el espíritu fundacional y la confianza de quienes la dotaron con un patrimonio que aún hoy es tres veces mayor que el de la Fundación Princesa de Asturias.
La segunda traición es a la voluntad de mantener la integridad de la colección y su permanencia en la Quinta. También reflejada en los estatutos. También vulnerados con la venta del Goya y la intención frustrada de deshacerse de un Greco. En el caso del “Aníbal Vencedor”, a la felonía de los patronos se suma un tercera traición, la del Museo Nacional del Prado a su condición de “nacional” pues no parece que sea función de un museo nacional concentrar en Madrid toda la obra de Goya que esté bien documentada, cuidada y expuesta en cualquier otro punto del territorio español, como era el caso de este cuadro.
La cuarta traición es la del Ministerio de Cultura a quien la ley confiere la responsabilidad del protectorado de la fundación y que viendo el tamaño y alcance de los despropósitos nos queda claro que no estuvo atento en sus competencias fiscalizadoras que incluyen la necesidad de su autorización para la venta del Goya al ser parte de la dotación inicial y que gracias a este periódico sabemos que los patronos eludieron con una artimaña alevosa.
La quinta traición y la más grave es la de los representantes asturianos en el patronato. Las hermanas Fagalde dispusieron para la Fundación que fueran patronos los titulares de cuatro instituciones para garantizar la vinculación con Asturias: el Principado de Asturias, la Universidad de Oviedo, El Arzobispado de Oviedo y el Ayuntamiento de Cuideiru.
De manera que desde 1991, los sucesivos presidentes del Principado, rectores de la Universidad, arzobispos de Oviedo y alcaldes pixuetos han sido patronos y , por ello, con nombre y apellidos, partícipes y responsables , por acción u omisión, de las decisiones que conforman este expolio a los asturianos y a la memoria de la familia donante.
Hoy ya no merece profundizar más en las razones de esta desidia muy propia de la falta de autoestima y del complejo de inferioridad frente a lo que viene y a los que vienen de Madrid. Pero los titulares actuales pueden convertir este desastre en una oportunidad en favor de Asturias y del propósito de los Selgas. La mejor expiación de las culpas propias o de sus predecesores sería aprovechar la situación actual para que el presidente, el rector, el arzobispo y el alcalde junto con el ministerio de cultura promovieran los cambios necesarios para que la Fundación Selgas-Fagalde genere el impacto que le corresponde en Asturias y que su patronato tenga la solvencia moral, el conocimiento de Asturias, la independencia de criterio y la transparencia que merecemos los beneficiarios de la fundación y , sobre todo, la memoria y la generosidad de la familia donante.