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José Antonio Nespral, grande de Asturias

por netastur

Por Francisco Álvarez-Cascos, en El Comercio

Mi primo lejano -en la distancia que no en el afecto- Manuel García-Fernández, cabeza visible de la saga de Los Pachorros de Luarca y símbolo de la asturianía inmortal que florece generación tras generación en todo el mundo, acaba de enviarme desde Tucumán la triste noticia del fallecimiento del varias veces presidente del Centro Asturiano de Buenos Aires, José Antonio Nespral, un piloñés que cruzó el Atlántico en 1947 con veinte años de edad, para iniciar una durísima singladura vital que le llevó a convertirse en empresario de éxito y en líder incansable los derechos de la colectividad asturiana en  Argentina.

Tuve el privilegio de conocerle personalmente y de admirar su labor como Presidente del Centro Asturiano de Buenos Aires en la histórica sede de la calle Solís y en el moderno Campo Covadonga de Vicente López hace cuarenta años, con ocasión de la entrega en Buenos Aires en 1979 del título de Hijo Adoptivo de Asturias a Claudio Sánchez Albornoz; desde entonces, el tiempo fue acrecentando nuestra amistad y la estima mutua. Los avatares de la política me concedieron el privilegio de promover desde la Presidencia del Principado su nombramiento como Hijo Predilecto de Asturias en 2011, título que le entregué personalmente en Buenos Aires en 10 de septiembre de 2011 durante los actos del Día de Asturias en Argentina. Hoy me gustaría rendir de nuevo homenaje a su figura rememorando las palabras que le dediqué en el Centro Asturiano de Buenos Aires:

“Cuantos en algún viaje al extranjero acudimos al calor de un Centro Asturiano, sabemos lo que es el infatigable esfuerzo y la intuición de sus directivos para el milagro, en muchas ocasiones, de que esos centros mantengan sus puertas abiertas en los tiempos más ásperos y duros. Como símbolo de todos ellos, como figura apasionante y apasionada, aquí está, en Buenos Aires, el piloñés José Antonio Nespral Tirador quien, si no existiese Asturias, la hubiese inventado para amarla, para sentirla, para difundirla. La emigración, como la vida, no es un hecho aislado, encadena venturas y desventuras, implica compartir la carga y la ilusión…, y todo eso figura en las claves del tenaz compromiso con Asturias que se encarna en José Antonio Nespral, a quien he venido a entregar personalmente la distinción, con motivo de la Fiesta de Covadonga que celebráis los asturianos en Buenos Aires.

Deseo que consideréis la distinción a José Antonio Nespral, dos veces presidente del Centro Asturiano de Buenos Aires, como un reconocimiento a todos los asturianos que, por uno u otro motivo, se han visto obligados a salir de su tierra, a “cruzar el charco” en el caso del destino iberoamericano… Muchos de vosotros lo habéis vivido y, por tanto, lo conocéis muy bien, y los más jóvenes seguro que escucharon de boca de sus padres o de sus abuelos la proeza de aquella travesía marina que tenía como meta el Nuevo Mundo. Los tiempos han cambiado, los bergantines que partían del puerto de El Musel han sido sustituidos por la navegación aérea, y la Asturias de la necesidad y la Argentina de la prosperidad han ido intercambiando sus papeles en sucesivas y azarosas historias. España y Argentina, Buenos Aires y Asturias, tienen una larga historia como escenarios de despedidas y de acogidas, de pañuelos para el adiós y de abrazos para la bienvenida. Apostamos porque un mundo más justo y solidario extraiga el fenómeno social de las migraciones de un hábitat regido por la necesidad. Para ello, todos debemos trabajar dura y esforzadamente.

Es sabido que donde está un asturiano está Asturias entera, estamos todos sus paisanos. Apelo a ese sentimiento colectivo de pueblo arraigado, de país con historia, de sociedad vertebrada por la sabiduría de la convivencia y tallada en sus perfiles más profundamente humanos por el cincel de los siglos. Los gauchos del “Martín Fierro”, una de las cumbres de la literatura épica argentina, se refieren a quienes pierden el tiempo como a quienes “cuentan bueyes perdidos”. No estamos los asturianos de Asturias ni los asturianos de Argentina para contar bueyes perdidos, porque vivimos tiempos en que no se puede perder ni un instante para hacer algo por los demás, actitud de la que es un ejemplo la emigración asturiana a cualquier país del mundo.

En el Campo de San Francisco de Oviedo hay una lápida en memoria del gran poeta Alfonso Camín, que fue emigrante en tierras americanas, especialmente en Méjico y en Cuba, y en la que se lee: “Si soy el roble con el viento en guerra ¿cómo viví con la raíz ausente?, ¿cómo se puede florecer sin tierra?”. Estos versos del vate de Porceyo están escritos con la pluma de quien sintió la distancia de su aventura llevándose la mano al corazón. Y yo os vengo a reconocer, desde la humildad, que vosotros, queridos paisanos astur-argentinos, acaso hayáis percibido que vivíais con la raíz ausente pero, por el hecho de que el árbol de la vida diese sus frutos, jamás floreció sin tierra, porque la tierra asturiana acompaña siempre a los pasos de nuestros paisanos más esforzados, a esa avanzadilla moral que traspasasteis océanos, cordilleras y fronteras, amaneceres de trigo y noches de sed”.

Desde las páginas de El Comercio, quiero enviar mi pésame más sentido y sincero a su familia y a la colectividad asturiana de Buenos Aires y de Argentina y de toda América, por las que tanto luchó Nespral, un grande de Asturias. Descansa en paz, querido José Antonio.

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