Por Álvaro Muñiz, en La Nueva España
Después de más de 30 días de confinamiento en casa, relacionándome a diario y básicamente conmigo mismo, siento la necesidad de compartir una serie de reflexiones. Estos pensamientos se derivan de las sensaciones que me provoca lo que todos estamos viviendo: una situación nunca imaginable, ni en los peores sueños de mi larga existencia, así como de las numerosas noticias, comentarios y opiniones que continuamente emanan de los medios de comunicación -cuya labor se ha demostrado esencial e imprescindible en esta crisis- y las redes sociales.
Mi primera conclusión es que la vida y sus circunstancias son infinitamente más poderosas que el ser humano. Nuestra capacidad de control es muy limitada y pecamos de soberbia en demasiadas ocasiones.
A lo largo de la historia, hemos sido testigos de cómo las catástrofes naturales han dado un toque de atención a los intereses de los individuos. Cuando la naturaleza despierta, los hombres callan. Lo venían advirtiendo los sabios dichos populares, pero hemos hecho oídos sordos a ese conocimiento.
Una vez más, hemos podido comprobar que la mayoría de la ciudadanía es responsable, muy solidaria, comprometida y noble. Y que existen muchos héroes –que ni lo reconocen ni se vanaglorian de esa condición– y que aportan riesgo, entrega y compromiso a la sociedad.
Es en duros momentos como estos cuando el liderazgo en quienes habíamos depositado nuestra confianza e ilusión es más necesario que nunca. El liderazgo se demuestra en los momentos complicados y difíciles, y la tozuda realidad nos hace ver que no lo debemos esperar de quienes solo anuncian propaganda.
Hoy, la realidad se impone, y cada uno de nosotros, de manera más o menos trágica, más o menos penosa, pero siempre dolorosa, estamos determinantemente afectados por la crisis del coronavirus. Ha llegado ‘la hora cero’ y, por tanto el momento de demostrar valentía, arrojo, compromiso y eficacia, que es la única receta para afrontar de la mejor forma posible nuestro futuro.
Es la hora de poner en común todos estos valores, unidos a nuestros conocimientos, habilidades y posibilidades, huyendo de los sectarismos instalados históricamente en alguna capa de la sociedad. Es el momento de que una amplia mayoría, en España, en Asturias y en Gijón, consensúe las medidas socioeconómicas adecuadas para superar esta grave crisis. Que no se eche luego la culpa al ‘cha, cha, cha’, como lamentablemente viene siendo habitual. Hagámoslo entre todos.